Érase una vez una golondrina que se hizo amiga de un capullo de rosa. Un día, el capullo se puso enfermo de tanto calor que hacía, tuvo fiebre y sus pétalos comenzaron a marchitarse. La golondrina, que pasó por allí y la vio, se acercó y le preguntó qué le pasaba. El capullo de rosa con una voz muy débil dijo que se había puesto enferma. La golondrina entonces dijo que conocía un lago de aguas mágicas. Fue hasta allí, estaba muy, muy lejos. Tuvo que volar durante 8 horas seguidas hasta llegar. Una vez allí, cogió en su pico 20 gotitas de agua mágica y volvió a donde estaba el capullo. Entonces, abrió su pico y dejó caer las 20 gotitas de agua mágica sobre el capullo enfermo. El capullo, una vez que le había echado el agua, recuperó sus fuerzas, sus pétalos se volvieron brillantes y con una voz muy fuerte dio las gracias a la golondrina.
Colorín, colorado, este cuento se ha terminado.
¡Qué chulo se me ha quedado este cuento! jijiji
ResponderEliminarMe he puesto un comentario a mi misma jajjajjjaja