Un mosquito fue a picar a un clavel. El clavel no le dejó porque dañaría sus hermosas hojas. Muy enfadado, el mosquito, se fue a su casa y el clavel quedó contento descansando al sol.
Días después, el mosquito volvió a intentar picarle al clavel con tan mala fortuna que, al ser miope, confundió el clavel con una piedra y del topetazo rompió su aguijón. Desde entonces nunca pica y suele beber de las gotitas de rocío que cada mañana se forman en las hojas del clavel. Se hicieron muy amigos.
Me ha quedado chulísimo. Éste es mi preferido.
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